Archivo por meses: abril 2014

Un desafío de semana santa

Después de las vacaciones, y no solo de semana santa, vamos a seguir con los desafíos. Este es complicado para el dibujista, aquí está el cuento:

Salimos de viaje, ya está todo en el coche, apenas cabían las maletas. #findevacaciones

A mama siempre le faltaban unas bolsas de última hora. #receurdosdeinfancia

Por fin en el coche, ahora serán unas horas para pensar si la música no me absorbe. #quepaz

Como progresamos, aquí antes no se oía la radio, ahora en radio3 suena US Rails. #grupazo

Los ojos en la carretera la cabeza vuela entre los molinos, se cruza con los buitres, siempre pensé en qué ven los buitres. #locurasdeniño

Ahora duerme toda la familia. Y si no estuviera aquí. ¿Como serían otras vidas? #pensando

WTF se ha pinchado una rueda. #averíasdeverano

Pararon el coche junto a un campo de trigo enorme, el viento formaba olas con las espigas, y de vez en cuando, se escuchaba el ruido de un camión pasar.

Su hijo desapareció como por arte de magia. Se cayó por una agujero que estaba tapado por el trigo.

Cuando por fin llegó la guardia civil el padre no podía hablar, se había quedado sin alma, era como si su alma se hubiera caído por el agujero con el niño. Solo pudo darles su teléfono móvil para que la guardia civil viera sus últimos tuits.

La operación de búsqueda comenzó enseguida. Tres helicópteros, un centenar de voluntarios y una docena de perros policía venidos de Palencia.

Nadie se explicaba lo que había podido pasar, solo habían parado a cambiar la rueda pinchada, y mientras él preparaba los bocadillos, su mujer cambiaba la rueda.  Los niños se pusieron a corretear por el campos de trigo, se escondían agachándose entre las espigas. Julio, entre bocata y bocata, los miraba de reojo.

Cuando María empezó a llamar a Claudio a voz en grito, él pensó: “Otra vez sacándola de quicio, cuando aprenderá…” Pero esta vez los gritos de María no paraban y él empezó a preocuparse.

Oteó el campo de trigo buscando algún rastro de Claudio, él también empezó a llamarlo: “¡¡¡Claudio!!! Ya está bien, sal que tenemos que seguir viaje.” Pero Claudio no contestaba. Luego vino la llamada al 112, la desesperación, la llegada de los primeros guardias civiles, los voluntarios, los perros, los helicópteros y todo lo demás. Fueron 24 horas de angustia terrible, él no se quiso ir a dormir, estaba empeñado en que su hijo estaba en algún lugar de aquel campo de trigo.

Justo a las 24 horas y 15 minutos de la desaparición de Claudio se empezó a oír como un escape de gas que salía del campo de trigo, era como el ruido que hacen los bufones en el mar, pero continuo y cada vez más fuerte. Por un instante se paró el ruido como si el tubo se hubiera atascado y, a los pocos segundos, se oyó una explosión. Todos miraron al cielo para ver lo que había salido despedido y, para su sorpresa, vieron a Claudio empezando a caer con un paracaídas azul.  La cara de todos era una mezcla de alegría, incredulidad y asombro.

Claudio aterrizó con toda naturalidad, recogió el paracaídas como si lo llevara haciendo toda la vida, y lo tiró al agujero del campo de trigo que inmediatamente después se cerró.

Después de los abrazos, las preguntas sin respuesta, las lágrimas, las palabras de agradecimiento… la familia siguió viaje.  Claudio se acercó a su padre y le dijo:

“Papa, vengo de la otra vida que soñabas mientras conducías, y solo quiero decirte que no es mejor que la que tienes, no te iba a gustar.”

Llegando a casa. #viajesincreibles

Mañana es lunes, vuelta a la rutina. #tuitsdedomingo

Buenas noches a todos y mi FF a @guardiacivil de Palencia.

¿Fumamos?

Fumamos
Laura y Manuel llevaban 18 horas trabajando con los números de la fábrica de quesos. Ya eran las 3 de la mañana y en el despacho se podía mascar el humo. Llevaban todo el día encerrados con los números, los informes, las cuentas… Allí estaban decidiendo el futuro de la fábrica.
Su abuelo volvió de Suiza con la receta para hacer el mejor queso azul de Asturias.

Llegó a Basilea cuando, después de la guerra, tuvo que emigrar huyendo del hambre y la persecución, y allí encontró trabajo en una pequeña fábrica regentada por un francés pelirrojo y fanfarrón con el que se pasaba las tardes jugando a los chinos.

El abuelo siempre fue un tipo encantador y sabía encontrar la manera de conectar con todo el mundo. Pronto supo ver que a Pierre le gustaba el juego y, sobre todo, le gustaba ganar. Tarde tras tarde, se aficionaron a jugarse casi todo a los chinos. Pierre nunca sospechó que el abuelo muchas veces se dejaba ganar y se enganchó a esa mezcla de intuición, probabilidad, astucia y una pizca de suerte que son los chinos.
Tarde tras tarde, los dos hombres se fueron haciendo amigos y, poco a poco, Pierre le contó al abuelo el secreto de sus quesos.

El abuelo regresó a España en los 70. Primero de turismo, en verano, solo una semana y luego, poco a poco, fue alargando los veraneos.
El 21 de noviembre de 1975 firmó la compra del terreno, las vacas y las máquinas. Los ahorros de 20 años trabajando en Suiza con Pierre, y un crédito que parecía imposible de pagar, fue el todo o nada del abuelo, la apuesta de una vida.
Poco a poco, la fábrica fue creciendo, kilo a kilo, vaca a vaca, empleado a empleado, tienda a tienda. Fueron años divertidos, la fábrica funcionaba bien, los quesos se vendían bien, y la riqueza crecía en todo el valle. Muchas familias volvieron a Asturias y gracias a la fábrica pudieron recuperar una vida feliz.
Ahora, Laura y Manuel estaban en una situación complicada, ellos no sabían de números y les estaba costando mucho esfuerzo entender la situación real de la empresa. Balances, cuentas de resultados, auditorías, bancos, previsiones de ventas, informes consolidados… No eran capaces de entender todo aquello.
Detrás de esos números estaba la respuesta, allí estaba escondida la decisión correcta. ¿Cuál de las dos ofertas debían aceptar? Ambas ofrecían mucho dinero, las dos garantizaban el futuro de la fábrica y el de las 69 familias que vivían de la producción de quesos. Ellos querían irse a vivir al sur, ya habían elegido la casa que comprarían, ya sabían lo que iban a hacer allí.
Sólo quedaba decidir, pero no sabían como. Laura le dijo a Manuel: ¿Por qué no nos lo jugamos a los chinos? Tú juegas por la propuesta de los americanos y yo por la de los rusos. A Manuel le pareció buena idea, pero le dijo a Laura que antes quería dedicar 5 minutos a pensar en el abuelo, por eso le propuso:

¿Fumamos?