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Nuevo desafío: La batería

Un nuevo desafío para el dibujista, música, extraterrestres, tila, cocaína, un poco de todo en este cuento:

La música siempre estaba demasiado alta, aquella noche sobre todo la batería. Había sido una cena con intentos de sofisticación llena de detalles pretenciosos acompañados de otros que hacían ver la realidad de aquella sociedad del quiero y puedo, pero nunca es suficiente.
El palacete del siglo XIX en el centro de la ciudad había sido reformado hacía solo una semana y todavía olía a pintura en alguna de las antiguas habitaciones. Era fácil imaginarse a los fantasmas de aquella familia, que hacía muchos años se llevaron los primeros extarterrestres que llegaron a la tierra, revolviéndose donde quiera que estuvieran mientras su hogar olía a pintura reciente y  un montón de extraños saltaban al ritmo, o casi, de aquella música ensordecedora.
La familia Gaitan se había dedicado al comercio de tila, eran el principal exportador de tila del país. Tenían oficinas comerciales por toda Europa y habían conseguido que la tila fuera la bebida de moda durante más de 75 años.
Cuando en 1932 fueron abducidos por los extarterrstres solo quedo  Juan Ignacio en la casa. Estuvo años sin hablar, sin comer, sin beber. Se quedo encerrado en su habitación cuando llegaron los extraterrestres, y aquello causo tal conmoción en la ciudad que nadie se había atrevido a entrar en aquel palacete.
Solo pasada la guerra civil, cuando la sangre  de tanto muerto  y sobre todo el pavor a la venganza había borrado todo recuerdo de aquella abducción, unos pobres desarrapados se atrevieron a entrar en el edificio. Allí encontraron a Juan Ignacio acurrucado desde la noche de los secuestros, habían pasado 20 años.
Juan Ignacio tardó años en recuperarse, pero cuando su cerebro fue capaz de borrar todo el terror que había sufrido, pudo recomponer la fortuna familiar pero esta vez en lugar de tila se dedicó al comercio de cocaina. Al fin y al cabo tampoco había tanta diferencia.
Bueno la diferencia era que el comercio de tila no generaba tantos muertos como el de cocina, y por eso la policia acabo con su imperio, el pobre Juan Ignacio acabo en la carcel como camarero personal de un sádico animal de 180 kilos.
El palacete acabo subastado y un sórdido empresario de la minería lo compro para hacer un club social.
Gasto mucho dinero en su reforma  aunque no el suficiente como para que no se  notara su falta de gusto.  Algunas manchas de pintura en las ventanas,  muebles de imitación, y un montón de detalles de la reforma acabados de prisa y corriendo hacia ver que había mas preocupación por parecer que por ser. Al fin y al cabo hay cosas que no se pueden conseguir con dinero.
Pero la música sonaba tan alta que la batería estaba haciendo que las rayas de coca saltaran por los aires.  El no le daba a las drogas pero la batería le estaba destrozando los tímpanos.
El había ido allí buscando paz y ahora 4 músicos de poca monta tocando en un palacete de buena familia que fue propiedad del hijo menor que se salvó de terminar en manos de  unos extraterrestres  por los pelos, y que  acabo dedicándose al tráfico de drogas que le hizo perder el palacete que compro un sórdido empresario, estaban haciéndole la noche imposible.
Saco la pistola y mato al batería. Fin de la historia.

 

Cogido con pinzas

pinzasAquella noche no era diferente de la anterior y tenía toda la pinta de que iba a ser igual que la siguiente. Estaba sentado en su mesa con la ventana frente a él, que parecía más un espejo que una ventana, había que fijarse en la luces de la ciudad para no ver reflejada su cara, el flexo de luz azul, y el póster del Che en la pared. Estaba dispuesto a morir de pie antes que vivir siempre de rodillas, que para Amir significaba estudiar hasta el amanecer para poder superar la injusticia que suponía haber nacido cuando se prohibió estudiar a los chicos. (esto no lo entiendo)

Esa noche tocaba estudiar historia, los reyes del siglo XXIII eran más de 200, había sido un siglo violento, y solo Juana la viajera había conseguido reinar más de 30 meses. Debía aprenderse los nombres de todos aquellos reyes. Después de tantos y tantos exámenes, no podía estudiar en condiciones y claro llevaba los nombres cogidos con pinzas.

Se levantó y después de una ducha caliente y una taza de té se fue hacia el colegio. Avanzaba por su atajo preferido cuando algo le atrapó con fuerza y sin darse cuenta se vio atado con una cuerda verde y volando por el cielo colgando de una nave pilotada por 4 águilas vestidas de rosa. (buscaría otra manera para sacarlo de su realidad)

Hizo un esfuerzo por despertarse con la esperanza de que aquella situación tan absurda fuera solo una pesadilla, probó a pellizcarse pero no tuvo suerte estaba volando por el aire y no estaba soñando.

Cuando pasaban por encima del río la cuerda se soltó, el pensó que iba a morir en la caída pero no fue así. Cayó al agua y pudo salir nadando hasta el molino. La noria estuvo a punto de destrozarle pero pudo agarrarse a una rama y salir justo antes de que la corriente y la rueda del molino acabasen con su vida.

No sabía dónde estaba, cuando vuelas suspendido de una nave pilotada por águilas vestidas de rosa no hay manera de calcular ni el tiempo ni la distancia. Cuando empezaba a pensar que hacer, oyó ruido dentro del molino y decidió acercarse a pedir ayuda.

Salió a abrirle una sábana. Sí, una sábana, no era un fantasma ni una bruja disfrazada de sábana. Era una sábana de flores azules, la que le dijo:

* ya era hora de que llegaras, llevábamos mucho tiempo esperándote, desde que empezaste a estudiar tan mal nuestra vida ha sido horrible.
Amir no entendía nada. El no habia tomado drogas y estaba como en un paranoia, Águilas, sabanas, naves… su cerebro no pudo procesarlo y colapso. Cayó redondo pero la sábana pudo evitar que se golpeara la cabeza en la piedra de la entrada al molino.

Amir se despertó con un ojo pegado y tapado por una sábana de flores azules. Siempre se tiene una relación especial con las sábanas pero aquella sábana parecía que ademas de arroparle le consolaba, se acordó de que en su habitación había unas sábanas parecidas, aunque las de casas, como eran viejas, estaban llenas de pelotillas que las hacían muy incómodas. Está sábana era distinta, era suave, sin llegar a ser escurridiza, y sobre todo muy acogedora, daba gusto acurrucarse entre sus pliegues.

Recordó lo que había pasado antes de desmayarse y decidió preguntar a la sábana: ¿Por qué llevas una vida horrible desde que empece a estudiar? La sábana se desternillaba de risa con la pregunta, y lo hacía enrollándose en Amir y en sus piernas y en sus brazos. Amir seguía alucinando pero la sábana no hacía mas que reírse. Después de un rato, que a Amir se le hizo eterno, la sábana dejo de reírse y pudo empezar a contestarle:

– Pues está claro, porque lo llevas todo cogido con pinzas. Como todos los estudiantes de hoy sois iguales, no nos quedan pinzas para ponernos al sol a secar y, como no podemos estar al sol, muchas de nosotras se vuelven amarillentas y se estropean y huelen a humedad y entonces lloran y se deprimen y la vida de las sábanas se ha hecho horrible. Si no, ¿de dónde te crees que salen las pinzas con las que llevas colgados los nombres de los reyes? Y lo peor es que cada vez que un estudiante lleva algo cogido con pinzas, las pinzas que perdemos no regresan nunca, y cada día nos quedan menos pinzas.

Te hemos traído en la nave de las 4 águilas voladoras para pedirte un favor. Queremos pedirte que vuelvas a tu mundo y cambies la manera de estudiar, que cambies la manera en la que los estudiantes preparan sus exámenes para que no perdamos más pinzas.

Amir se quedo de piedra. ¿Cómo iba él a cambiar la educación y hacer que los estudiantes no lo llevaran todo cogido con pinzas? El solo era un alumno de primaria. Así que preguntó pero la sábana no supo que contestarle, solo le dijo:

– Por favor, cuenta nuestra historia a todos los estudiantes. Quizás ellos sepan como dejar de llevar las cosas cogidas con pinzas y encuentren en su cabeza herramientas para no dejarnos a nosotras sin ellas.

Yo no sé a donde regresó Amir o a quien le contó la historia, pero lo que si sé es que hoy, cada vez más, las personas luchan por aprender y estudiar de maneras diferentes con el único objetivo de no usar pinzas antes de los exámenes.