Desafiando al dibujista

El soñaba con perder el corazón.

Ufff esta no es manera de empezar un cuento, así que mejor empezamos de nuevo.

Todos los robots estaban terminados por hoy, hoy habían fabricado 2.304, récord del año. Dan estaba encantado, su nueva organización había dado resultado y era el centro de todas las felicitaciones.

La rubia del departamento de compras se había fijado en él gracias al récord, y después de recibir sus felicitaciones, y un poco de charla intrascendente Dan se había decidido a invitarla a cenar. Dan esta emocionado, habían quedado a cenar.

La recogió en su casa a las 8, puntual como un reloj, y ella le hizo esperar los 5 minutos de rigor detrás de la puerta  mirando entre las cortinas, pero atenta a cada movimiento de Dan, asegurándose de que Dan no se fuera. Ella salió de casa con una sonrisa sencilla, aunque era una mujer espectacular no quería asustar a Dan.

Cenaron junto al lago, sobre las rocas, mientras las olas ayudaban a mantener esos silencios de las primeras citas. La cena fue bien, ellos se entendieron, y Dan habría jurado que podía empezar algo importante en aquella cena.

De vuelta a casa hablaron de su récord 2.304, menudo número, un 12,4% más que el record anterior. Ella le preguntó cuáll era el secreto y él dijo que no había secreto que aquella mañana un hada azul había dibujado el número en su armario y que sin saber porque al llegar a la fábrica todo había funcionado, pero que ahora cada robot se había hecho un hueco en su corazón y que sabía que iba a llorar cada una de sus ausencias, con cada robot vendido, con cada robot que no volvería a ver. No el primer día ni el segundo, pero si el día 23 de cada mes lloraría a los robots que no podrían estar con el.

Ella se enamoró de él en ese momento, locamente con todo su corazón, y aunque se volcó en un beso largo, casi eterno, Dan no pudo sino empezar a llorar por los robots perdidos que ya nunca estarían con el. Se dio cuenta de que podía haber sido feliz con ella, pero los robots ocupaban todo su corazón.

A la mañana siguiente el número en la pared era 2305, un nuevo récord, pero Dan lloró de nuevo.

Dan ya no soñaba con robots, o con ella.

Él solo soñaba con perder su corazón.

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