Archivo por meses: agosto 2013

Desafiando al dibujista

El soñaba con perder el corazón.

Ufff esta no es manera de empezar un cuento, así que mejor empezamos de nuevo.

Todos los robots estaban terminados por hoy, hoy habían fabricado 2.304, récord del año. Dan estaba encantado, su nueva organización había dado resultado y era el centro de todas las felicitaciones.

La rubia del departamento de compras se había fijado en él gracias al récord, y después de recibir sus felicitaciones, y un poco de charla intrascendente Dan se había decidido a invitarla a cenar. Dan esta emocionado, habían quedado a cenar.

La recogió en su casa a las 8, puntual como un reloj, y ella le hizo esperar los 5 minutos de rigor detrás de la puerta  mirando entre las cortinas, pero atenta a cada movimiento de Dan, asegurándose de que Dan no se fuera. Ella salió de casa con una sonrisa sencilla, aunque era una mujer espectacular no quería asustar a Dan.

Cenaron junto al lago, sobre las rocas, mientras las olas ayudaban a mantener esos silencios de las primeras citas. La cena fue bien, ellos se entendieron, y Dan habría jurado que podía empezar algo importante en aquella cena.

De vuelta a casa hablaron de su récord 2.304, menudo número, un 12,4% más que el record anterior. Ella le preguntó cuáll era el secreto y él dijo que no había secreto que aquella mañana un hada azul había dibujado el número en su armario y que sin saber porque al llegar a la fábrica todo había funcionado, pero que ahora cada robot se había hecho un hueco en su corazón y que sabía que iba a llorar cada una de sus ausencias, con cada robot vendido, con cada robot que no volvería a ver. No el primer día ni el segundo, pero si el día 23 de cada mes lloraría a los robots que no podrían estar con el.

Ella se enamoró de él en ese momento, locamente con todo su corazón, y aunque se volcó en un beso largo, casi eterno, Dan no pudo sino empezar a llorar por los robots perdidos que ya nunca estarían con el. Se dio cuenta de que podía haber sido feliz con ella, pero los robots ocupaban todo su corazón.

A la mañana siguiente el número en la pared era 2305, un nuevo récord, pero Dan lloró de nuevo.

Dan ya no soñaba con robots, o con ella.

Él solo soñaba con perder su corazón.

Remordimiento

La princesa Isylva estaba destrozada, el último de los guerreros que había peleado por ella había muerto a manos de su prometido. Su padre había elegido bien, Rondin erá el mejor guerrero de las nubes altas. Sus alas eran las más rápidas y su lengua venenosa era la mas certera de todas las lenguas.

Isylva perdió la esperanza de no tener que casarse con Rondín. Él le parecía un patán, siempre centrado en las peleas, en las batallas, siempre centrado en las conquistas y, sobre todo, pendiente de la generación de nuevas nubes. Sin los generadores de nubes el reino dejaría de existir y 2.000.000 de años de evolución caerían de nuevo a la tierra como si no hubiera pasado nada.

La boda se celebró por todo lo alto, y mas estando en las nubes altas. Acudieron todos los pobladores y, en algunas ocasiones, el zumbido de las alas no dejaba oír la ceremonia. Isylva había sido educada para obedecer los deseos de su padre y, como todas las princesas, al final aceptó con docilidad el matrimonio.

Pero ella no estaba dispuesta a ponérselo fácil a Rondín en su habitación. Su estrategia estaba preparada, ella haría que Rondín se enamorase de ella perdidamente, y cuando eso pasase se lo haría saber. Rondin sufriría, esa sería su venganza.

Cuando llegaron a la nube nupcial, él se quitó el traje de boda, se quedó desnudo delante de ella, se arrodilló y la dijo: «Siempre te he querido, siempre te querré, nunca fuí capaz de acercarme a ti, ni siquiera de mirarte y la única manera en que fuí capaz de llegar a ti fue en el torneo». Isylva no se inmutó, bueno, no se inmutó por dentro, por fuera fingió conmoverse y dejó que él pensara que su amor era posible.

Con el paso de los soles, Rondín siguió enamorado de ella, su amor no cesaba si no que crecía. Isylva, por su lado, continuaba con su plan. Ella había cerrado su corazón y no estaba dispuesta a desistir de su plan a pesar del amor que Rondin le mostraba en cualquier ocasión. Pronto llegaría el momento de hacerle sufrir, llegaría el momento de la venganza, del triunfo sobre su padre y sobre el conquistador.

Cuando Rondín volvió de la última batalla trajo consigo a un amigo, Santos le había salvado la vida y Rondín quería agradecérselo con una cena especial. Después de anunciar a todo el mundo como Santos le había salvado, juró que serían amigos para siempre. Rondín llamó a Isylva para que acudiera a la nube de la fiesta. Ella entró como siempre deslumbrante, pero esta vez al fijarse en los ojos de Santos las rodillas le fallaron y cayó por la escalera.

Se había roto la pierna por 3 sitios y eso la obligaría a guardar cama durante 4 meses. Rondín partió a la batalla y dejó a Santos al cuidado de Isylva.

4 meses bajo los cuidados de Santos, mirando a sus ojos cada poco tiempo, era mas de lo que cualquier corazón podría resistir e Isylva se enamoró de él como sólo se enamoran los adolescentes. Una tarde ella no pudo mas e intentó besarlo, pero Santos era fiel a su amigo y le dijo a Isylva que su amor era imposible, que Rondín merecía todo el cariño y que nunca le traicionaría. Isylva no pudo resistir el desplante y cogiendo un cuchillo intentó matar a Santos, pero al hacerlo y mirarle a los ojos, sus rodillas volvieron a fallar y se cayó clavándose el cuchillo en el corazón.

Rondín volvió todo lo rápido que pudo, pero no llego a tiempo de ver a Isylda con vida. Después del funeral, Rondín se acostó llorando mientras su amante se desnudaba detrás de una cortina. Rondín dijo: «siento haber engañado a Isylva haciéndola creer que estaba enamorado de ella, no sé si podré vivir con ese peso en mi conciencia».

Su amante se metió en la cama y le dijo: «No lo pienses más, ella quería hundirte y además intentó matarme». Rondín y Santos compartieron esa noche el peso del remordimiento de tantos soles de engaño.

Vaya Tela peque