Ancianas

Las dos mujeres compartían habitación en el hospital. Se parecían mucho, aunque no se conocían de nada. Debían tener la misma edad, aunque Rocío estaba mucho más estropeada, reflejo de una vida mucho más dura.

Las horas esperando la muerte las habían convertido en muy buenas amigas.

Alex le contó a Rocío la historia de su vida, su matrimonio, sus 4 hijos, 19 nietos y 12 bisnietos. Su trabajo como escritora, había incluso ganado un tercer premio en el concurso de poesía de Barcelona hacía sólo 8 años. No estaba nunca sola, siempre había alguien de su familia con ella, todos la querían.

Alex le habló de unos ojos azules en los que ella se perdía. Ni siquiera recordaba el nombre de aquel hombre que irrumpió en su vida, pero tenía un vivo recuerdo de la pasión que sintió por él, de su voz, de la belleza de sus conversaciones mientras esperaban a los niños a la salida del colegio. Un día le pidió que se fuera con él, que lo dejaran todo y se marcharan juntos. Alex dudó un instante, pero enseguida dijo que no, todo en la vida le sonreía y no era cuestión de arriesgar. Ella siguió instalada en su rutina, alguna vez se acordaba de él, pero el tiempo lo apaga todo y, poco a poco, casi le olvidó por completo.

Rocío tenía poco que contar. Cuando todo en su vida iba según el plan previsto, se enamoró de Cristina. Fue algo terriblemente apasionado y, en contra de todo lo sensato, abandonó su vida y corrió tras ella. Vivieron el abrazo más intenso del mundo, por unos segundos sus almas estuvieron unidas. Pero, cuando se separaron para mirarse, el marido de Rocío interpuso un cuchillo entre ellas y mató a Cristina. Rocío se quedó en blanco, estuvo 8 años sin poder hablar, sin poder sentir. Fue despertando poco a poco y vagó con tristeza por la ciudad hasta que se hizo tan vieja que acabó internada junto a Alex. Nadie visitó nunca a Rocío, siempre estaba sola.

Las dos amigas sabían que les quedaba poco tiempo y, a pesar de eso, no dejaban de sonreir.
Una mañana, cuando el sol empezaba a despuntar, supieron que iban a morir, se miraron a los ojos y se despidieron.

Justo un instante antes del final, Alex recordó al hombre de los ojos azules y lloró. Rocío recordó aquel abrazo con Cristina y una sonrisa se dibujó en su rostro.

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