La dama de los Kiris

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Leila se había acostumbrado a ser diferente, no es que se le notara nada especial en su forma de andar, o de hablar o de vestir, o de cualquier otra cosa, aunque es verdad que siempre pensaba diferente.

También es cierto que a ella le pasaban cosas extraordinarias. La mejor, si te acuerdas, fue la del Kiri Rojo que le llevó a conocer a Ronde. Cuando eran jóvenes, a sus apenas 150 años, se habían unido. Todos en la luna sabían lo del Kiri Rojo con el que Leila se encontró. Leila se hizo profesora, ella sentía que todas las cosas extraordinarias tenía que compartirlas y que su pasión por la vida, por los kiris, y también por Ronde era algo que tenía que compartir, tanta felicidad no podía quedarse en su cabeza.

Estuvo 30 años en la escuela de profesores, cada mañana acudía a la escuela con resignación. Allí, muerta de aburrimiento, escuchaba las lecciones de los profesores. No se acordaba de los nombres de los profesores, ni de las asignaturas ni mucho menos de lo que había tenido que estudiar y memorizar. Pero si se acordaba de un profesor mayor, le llamaban Sr. Bernardo, este profesor en clase era muy aburrido, como mandan los cánones, pero cuando acababa la clase cuando daban un pequeño paseo hacia el recreo el Sr. Bernardo le hacía un guiño a Leila y juntos caminaban hasta el otro lado de su luna (su luna era muy pequeña se daba la vuelta en 87 minutos) y en ese paseo le hablaba de la pasión por los kiris.

El Sr. Bernardo pensaba que todo lo que hacían en el colegio no tenía sentido, que tanto estudiar, tanto aburrimiento, tanto memorizar en el fondo no servían para nada, y que si se trataba de aprender era suficiente con jugar. Una vez levantó la voz un poco más de la cuenta y la directora del colegio (la llamaban la “Escalona” porque siempre estaba en las escaleras) casi les oye hablar. Les habría costado la expulsión del colegio.

Leila era un diablo con mucha determinación, y superó los 30 años de escuela con mucha fuerza de voluntad, pero la huella del Sr. Bernardo quedó muy marcada en su corazón, muy por encima de la horas de aburrimiento del colegio, al fin y al cabo el aburrimiento pasa, pero la pasión siempre se recuerda.

Leila empezó a trabajar de profesora, y eso casi la mata, no duro en clase ni cinco minutos. Cuando estaba empezando a dar la clase como la habían enseñado, es decir como «dios manda”,  como se había hecho en los últimos 2.345 años casi se muere, se ahogaba, y además su cola se retorcía en torno a su cuello apretándole para que no siguiera hablando (tanto apretó la cola que se puso roja, pero roja roja, tan roja que se quedo roja para toda la vida).

Sus alumnos se asustaron tanto que dieron un chillido terrible, tan grande que rompió el suelo de la clase (como cuando una cantante de ópera chillona rompe una copa, pero el suelo). Del centro de su luna salieron unos gases que al principio parecieron tóxicos y por eso daban un poco de miedo, pero como los 3 alumnos estaban pendientes de Leila no se dieron cuenta de que estaban flotando sobre el gas (el gas se llamaba como una fruta, ahora no me acuerdo de cual) y en poco minutos estaban flotando en el cielo por encima del colegio.

Cuando se dieron cuenta de que estaban fuera de su luna, los alumnos, se asustaron y se agarraron a Leila abrazándola como para que los protegiera, y ese abrazo hizo que la cola de Leila dejara de apretarla en la garganta. Leila despertó y al verse liberada sin sentir el peso del colegio, decidió olvidarse de dar clase, decidió olvidarse de que estaban en el aire, decidió centrarse en toda la felicidad que había sentido siempre.

Si esto fuera un cuento de verdad, ahora te contaría que Leila se convirtió en una profesora estupenda a la que querían todos los alumnos, pero lo único que puedo contarte es que no se como acaba la historia. Leila sigue en las nubes con sus alumnos, ellos no saben si aprenden, ella no sabe si enseña, pero a ellos las horas en el colegio se les pasan volando, quizás siguen conservando un poco de aquel gas en sus pulmones. Acabo de acordarme… el gas era de fruta de la pasión.

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