Siento el retraso, esta semana ha sido difícil encontrar hueco para escribir. Pero también algunos habíais protestado diciendo que estábamos haciendo demasiados dibucuentos.Aquí está el desafió para el dibujista, y además tiene que encontrarle el título al dibucuento.
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Las cigarras no dejaban de hacer ruido, él pensó que el calor no era para tanto, al fin y al cabo de vez en cuando corría un poco de brisa. Desde su tumbona veía la piscina , el agua en calma, como un espejo en el que se reflejaban los pinos. Incluso se distrajo un rato buscando a las cigarras en el reflejo de los árboles en el agua, siempre se le olvidaba que no hay manera de verlas en directo, mucho menos en un reflejo.
Manuel estaba deseando que sus amigos volvieran pronto con él, no soportaba estar solo. Había preparado el jardín, la barbacoa, las toallas, el cubo con cervezas muy frías, los aperitivos, en fin se lo había currado bien. Tuvo incluso tiempo de poner unas velas en el jardín para que todo tuviera el toque mágico de las noches de verano.
Por fin llegaron sus amigos, venían de su excursión por la ciudad. Llegaron cansados, acalorados y con mucha sed. No tardaron ni 3 minutos en meterse en la piscina. La piscina se revolvió, el agua ya no paraba de moverse empezaron los juegos y las risas, ahora si que no había quien buscara cigarras en el agua. Alguien puso música y empezaron a bailar mientras se bebían las primeras cervezas.
La cena estaba deliciosa, sobre todo el gazpacho que refrescaba el ambiente a pesar del ruido de las cigarras.
Buena comida, buena compañía, buena tertulia y luego un helado. El plan había sido perfecto, todo había salido como había pensado. Manuel se sentó a disfrutar de su helado y sin darse cuenta se quedó dormido.
Cuando despertó de la pequeña cabezada preguntó por Iaia, y todos le miraron con sorpresa, ¿Iaia, quien es Iaia?.
Manuel no lo podría creer, le estaban tomando el pelo, pero si todo lo había hecho para ella, la fiesta, la barbacoa, el gazpacho, el helado, las velas. El vivía solo para poder estar con ella.
Todos se sintieron tristes cuando se dieron cuenta de que Manuel no había tomado su pastilla. Tuvieron que explicarle que Iaia era fruto de su imaginación, de su enfermedad. Tuvieron que convencerlo de que Iaia no existía. Incluso tuvieron que enseñarle el vídeo en el que él se explicaba a sí mismo su enfermedad.
Manuel al principio no quiso escuchar, él solo quería por estar con ella.
Cuando por fin aceptó que Iaia no existía, que era solo fruto de su enfermedad, Manuel comprendió y se hundió a llorar.